Defusión





Los ejercicios de de-fusión tienen su base en el papel que juega el lenguaje como regulador de nuestro comportamiento.

Cuando las funciones derivadas del lenguaje dominan la conducta de las personas, empezamos a creer que somos lo que pensamos, y por tanto que nuestro pensamiento, en forma de contenido verbal, rige o determina lo que hacemos y lo que no hacemos.

De esta manera, un cliente depresivo ha conseguido que la palabra “tristeza” deje de ser un ruido no muy diferente de otros ruidos, y empiece a ser algo que le defina. Esto se extrapola hasta tal punto que el cliente llega a ver sus construcciones verbales sobre la vida como un sustituto virtual de la propia vida tangible. Si un cliente piensa que su vida es muy triste, dicho pensamiento tendrá tal fuerza, estará tan fusionado con su identidad, que se comportará como si realmente su vida fuera triste.

El objetivo, por tanto, a conseguir por el terapeuta, es que el cliente vea los pensamientos como pensamientos, y las emociones como emociones, sin ningún tipo de equivalente real: no podemos encontrar pensamientos ni emociones “en la naturaleza”.

En este sentido, el procedimiento empleado consiste en ampliar las funciones derivadas del lenguaje con los elementos del contexto, o dicho de una manera más simple: ampliar la asociación entre estímulos (eventos internos) y consecuencias (eventos internos o públicos).


INTERVENCIÓN EN CONSULTA


Algunas consideraciones sobre el uso de la de-fusión:

  • Defusionar no consiste en eliminar pensamientos, emociones o sensaciones. Esto debemos transmitirlo al cliente de una manera experiencial, aludiendo a su experiencia: "En tu historia, has intentado muchas veces deshacerte de pensamientos y sensaciones; por eso, aquí no vamos a intentar nada de eso, ¿de acuerdo?"
  • Al defusionar, no debatimos. No "medimos el pensamiento con la vara de la razón".No se trata de ver si lógico o no pensar algo o sentir lo que sentimos.
  • La defusión está al servicio de la utilidad. El cliente tiene la única palabra en relación si un pensamiento le sirve de alguna manera.
  • Se pueden usar técnicas de defusión tanto para emociones como para pensamientos o sensaciones.
  • Generalmente, si se usa la defusión para eliminar un pensamiento, emoción o sensación, tiene el efecto contrario. Esto hay que dejarlo claro, de manera experiencial, con el cliente.
  • Defusionar es algo activo, un proceso, que debe realizarse y entrenarse. No consiste en hablar de defusionar: hablar de defusionar no es defusionar.
  • Si se genera un debate sobre qué es defusión y qué no, debemos responderlo con experiencia y con defusión. De nuevo, debatir racionalmente no es algo que queramos hacer en esta terapia.


EJEMPLOS DE PROMOCIÓN DE DEFUSIÓN EN CONSULTA


A continuación se añaden algunas intervenciones cuya finalidad es promover una defusión de todo el contenido que no resulta útil y al cuál el cliente "se ha enganchado".

  • Metáfora del autobús (recordemos que JAMÁS debemos usar una metáfora tal y como viene explicada en texto: debe captarse la esencia y "vestirla" con las ropas que nos de el cliente).

“Imagínate que eres el conductor de un autobús, y como tal tu cometido es conducirlo hacia donde te has propuesto. Pero en ese autobús llevas bastantes pasajeros. Algunos pasajeros se llaman “pensamiento”, otros pueden llamarse “sentimiento”, “recuerdo” o “sensación”.  Algunos  de  ellos tienen  pintas  realmente  amenazantes,  vestidos  con chaquetas  de  cuero,  pelos  de  punta,  huelen mal,  llevan  cuchillos  y  cadenas,  y  son precisamente  estos  los  que  empiezan  a  decirte  hacia donde  tienes  que  conducir,  de manera que se acercan a tu puesto de conductor y te dicen que como no hagas lo que ellos quieren, ellos se sentarán cerca de ti y te harán sufrir muchísimo.

Ante  esta  situación  llegas  a  un  pacto  con  ellos,  según  el  cual  ellos  se  quedan  atrás sentados sin molestar y sin hacerse notar, y tú haces lo que ellos te dicen. Si haces esto, es posible que llegue un momento en que te canses de hacerles caso,  y decidas ir a la parte trasera a echarles a patadas del autobús; pero pensando en esto, te das cuenta de  que  lo  primero  que  tendrías  que  hacer  es  dejar  de  conducir  el  autobús  e  ir  a  por ellos. No parece una opción muy válida, así que sigues conduciendo el autobús.

La situación llega a tal punto que los pasajeros ya no te dicen a dónde quieren ir, no hace  falta,  tú ya lo  puedes  intuir,  y  acabas  yendo  hacia  direcciones  con  las  que  ellos están  de  acuerdo, sintiendo  la  ilusión  de  que  realmente  lo  has  elegido  tú. 

Pero  no  es así.

La  trampa  de  todo  este  asunto  es  que  los  pasajeros  te  amenazan  con  lo  único  que tienen:  su presencia.  No  pueden  herirte,  no  pueden  lesionarte,  tan  sólo  pueden molestarte con su presencia y hacerse sentir mal. De hecho, en ningún momento  han llegado a herirte en el pasado, no tienes esa experiencia. La experiencia que sí tienes es la de dirigirte hacia sitios a los que no querías ir, y eso sí es posible que te haya herido. ”

Esta  metáfora  ilustra  la  manera  en  que  dejamos  que  nuestro  comportamiento  sea determinado por  nuestros  pensamientos  o  sentimientos,  y  los  resultados  de  tal asociación.  

Resulta útil que el cliente nos hable de sus pasajeros, de los caminos que le dicen que 
tome, y de los caminos que realmente quiere él tomar como conductor de su autobús.


  • Desliteralización
Quiero  que  hagamos  un  ejercicio,  y  para  ello me  gustaría  que  estuvieras  atento,  ya que te voy a pedir que repitas una palabra, la palabra “leche”, y que acto seguido me digas  lo  se  te  viene a  la  mente.  Hazlo.  Seguramente  se  te  habrá  venido  a  la  cabeza imágenes  de  un  vaso de leche,  un  cartón  de  leche,  leche  blanca,  dulce, con  cola-cao, seguramente tu cabeza habrá dibujado una imagen de “leche” cuando has repetido la palabra “leche”.

En  este punto,  se  comenta  con el  cliente  todo aquello  en  lo que ha  pensado  y se  le piden detalles,  insistiendo  un  poco:  “¿qué  te  ha  venido  a  la  mente?”,  “¿qué  más?”, “seguro que hay algo más”, “¿y algo más?”.

Muy  bien,  a  pesar  de  que  no  hay  leche  en  esta  habitación,  has podido  casi experimentar  el sabor  de  la  leche,  su  olor,  su  color  y  otras  muchas características propias  de  un  alimento ausente  en  este  momento.  Pero  la  realidad  sigue  siendo la misma: sigue sin haber leche. Continuemos ahora: esta parte del ejercicio seguramente te resulte un tanto extraña y absurda, y por eso mismo la voy a hacer yo contigo, así haremos los dos el absurdo. La tarea consiste en repetir en voz alta, rápidamente, una y otra vez, la palabra “leche”. Hagamos esto durante cuarenta segundos aproximadamente. Empecemos”.

El  terapeuta  anima  al  cliente  a  que  lo  haga  y  no  pare  durante  más  o  menos  cuarenta segundos, y tras ello se comentan los resultados, pidiéndole al cliente que le diga qué ha pasado  con esos pensamientos  y  sensaciones  anteriores  relacionados  con  la  palabra “leche”.

“Perfecto, ya hemos hecho el tonto suficientemente por ahora. Me gustaría saber qué ha  pasado  con esas  sensaciones  y  pensamientos  que  antes  tuviste  al  decir  leche, ¿dónde están?.  Veo que entonces, al repetirlo muchas veces, la palabra “leche” pasó a ser un simple sonido”.

Los clientes suelen experimentar que la palabra pierde su sentido, incluso les resulta extraña, y sobretodo pierde cualquier relación con la leche real. 

De esta manera, se ha producido una desliteralización de la “palabra leche” con la “experiencia leche”.

Este  ejercicio  puede  realizarse  usando  otros  estímulos  verbales,  incluso  empezar a realizarlo con pensamientos negativos como “no valgo nada”, “soy malo” o “el mundo es horrible”.


  • Fisicalización (al igual que con las metáforas y el ejercicio de aceptación, en este caso tampoco debe usarse TAL CUAL, debemos amoldar cada párrafo a la experiencia del cliente).

"Acabas de empezar este ejercicio, así que tómate tu tiempo para buscar una posición cómoda, eso es lo primero que debes hacer...tómate tu tiempo para buscar una posición cómoda, y cuando lo hayas hecho simplemente cierra los ojos…cierra los ojos y empieza a notar el ritmo de tu respiración, para lo cual me voy a callar algunos segundos y te voy a dejar que notes tu respiración.

Date cuenta de que puedes notar tu respiración tal y como es…puedes notar cómo el aire viene y va…ocupa tu cuerpo y lo abandona…y tú simplemente lo observas…tómate tu tiempo para notar simplemente tu respiración…y si viene algún pensamiento o emoción tan sólo nótalo también y vuelve a la respiración…ahora yo me callo y tú notas tu respiración…
Date cuenta de cómo puedes notar y observar cualquier pensamiento o sensación...y seguir escuchando esto...sin dejar que eso que observas mande sobre aquello que tú haces...
 Tal y como escuchas esto que te digo, nota como puedes observar tu sensación...como puedes imaginarla, como si fuera un objeto que tú tuvieras...eso es justo lo que te pido que hagas: imagina que tu sensación es un objeto que tú tienes...y a continuación, voy a dejar algunos segundos para que imagines ese objeto...

Imagina ese objeto...y quiero que vayas respondiendo a las preguntas que te voy a ir realizando...tomándote tu tiempo para ello...

Ese objeto, ¿qué forma tiene?, ¿es simétrica?, ¿es algo geométrico?
Esa forma que tú le has dado...¿de qué color es?, ¿tiene un color uniforme...?
Ahora quiero que te fijes bien y me digas en qué parte de tu cuerpo sueles tener esa forma, ¿en el pecho?, ¿en las piernas?, ¿por todo el cuerpo?
Nota, ahora, si pudieras tocar con tus manos esa forma, ¿qué temperatura tendría?, ¿qué tacto?, ¿rugoso, suave?, ¿se movería?
Si pudieras acercarte y olerlo...¿qué olor tendría?,
nótalo...
También, fíjate en si esa forma hace algún tipo de ruido...de alguna manera...algún sonido...
Ahora qué tienes ese objeto en ti, me gustaría que te imaginaras cómo puedes de alguna manera, la manera que tú elijas, cogerlo con tus propias manos...y cuando lo coges con tus manos estar atenta a lo que sientes...
Una vez que lo has cogido...imagina que pudieras sacarlo de ti y ponerlo encima de una mesa, quedando esa forma justo delante de ti, y tú justo delante de ella.
Date cuenta de que puedes imaginar todo esto, dado que al fin y al cabo se trata de tu imaginación y se trata de tu forma.
Ahora que observas esa forma justo delante de ti, quiero hacerte algunas preguntas, y quiero que verdaderamente te plantees y respondas a ellas, aunque suenen algo raras:
-¿Quién está viendo esa forma?
-¿Dónde está la forma?
-¿Dónde estás tú?
- ¿Tú estás donde está la forma?
- ¿Por quién está siendo vista la forma?
- ¿Tú eres la forma?
- ¿La forma es parte de ti?
- ¿Dónde estaba antes la forma?
- ¿Dónde está la forma ahora?

Bien, ahora puedes volver a coger la forma, y colocarla de nuevo donde te apetezca, dado que te ha acompañado todo este tiempo.

Puedes imaginar cómo la colocas en el pecho o, si lo prefieres, en un lugar más resguardado, como el bolsillo de algún pantalón.

Eso es decisión tuya.

Este ejercicio acaba aquí, y tú continúas con tu presente..."


EJERCICIOS

A continuación el lector encontrará diferentes situaciones numeradas en las que un terapeuta realiza intervenciones en consulta relacionadas con defusión. El ejercicio consiste en valorar si las intervenciones son o no correctas, y justificarlo.


  1. "Muy bien Francisco, ahora vamos a practicar un ejercicio que se llama defusión. Sí, defusión. ¿Que no sabes lo que es?, bueno, te lo explico, verás, cuando hablamos asociamos sin querer conceptos con otros y al final (...) así que para deshacer ese enredo vamos a hacer lo que te diré a continuación"
  2. "Veo que has hecho muchas cosas que no te han dado el resultado que querías...mmm...se me ocurre que hagamos algo diferente, algo como...¡justo lo contrario!, me dices que has intentado no pensar en ello verdad, ¿verdad?, pues ahora vamos a intentar repetirlo en voz alta durante unos segundos. No tiene sentido, ¿eh?, bien, porque lo que intentaste antes sí que lo tenía, y no funcionó, así que...¡si no tiene sentido, mejor!"
  3. Bueno, si sigues dándole importancia a ese pensamiento es porque no has defusionado bien, ¿estás segura de que lo has repetido lo suficientemente rápido?
  4. ¡Muy bien!, ¡has conseguido estar una semana sin pensar en ello!, ¡el ejercicio ha funcionado, así que úsalo siempre!
  5. (en un ejercicio de fisicalización, al finalizar...) "Muy bien...ahora arroja el objeto todo lo lejos que puedas...y date cuenta de como, al liberarte de ello, puedes respirar hondo...abre los ojos..."


8 comentarios:

  1. 1. Es un error explicar de manera verbal la defusión, primero haríamos el ejercicio de defusión sin necesidad de etiquetarlo, y luego discutiríamos con el cliente qué experiencia ha tenido.
    2. Es más adecuado que el cliente nos diga la experiencia que ha tenido al decir primero "leche" y luego repetir "leche muchas veces"... es más conveniente mediante preguntas cortas que el cliente nos diga que ha perdido el sentido, que ya parece un ruido... y una vez que hagamos esto decirle que lo intentemos con su evento interno problemático... Así el ejercicio será totalmente experiencial.
    3. La defusión es un proceso que hay que practicar, no se mide, ni se le dice al cliente si "ha defusionado bien o mal"... Eso es etiquetar y podrá llevar al cliente a pensar en posteriores ejercicios similares si estará haciéndolo "bien o mal". No consiste en que ese evento interno deje de tener importancia o no para él, si no de que sea capaz de separarse de ese evento y de elegir qué camino elegir.
    5. Si el cliente ha estado una semana sin pensar en ello quizás sea porque ha estado evitando ese pensamiento de alguna forma o que quizás ya no suponga la importancia que le daba antes, y puede que ya esté para el alta. La defusión NO consiste en intentar eliminar eventos internos, sino en hacernos conscientes de ellos y saber separarnos, observarlos como simplemente eventos del cuerpo, y elegir si queremos dejarnos secuestrar por ellos o dejarlos estar para hacer lo que realmente le importa al cliente.
    5. Al hacer ejercicios de fisicalización, y con ello defusionar o separar al cliente del evento "cuando lo pone en la mesa y puede observarlo", es importante que lo vuelva a coger (al objeto) y lo vuelva a colocar en su cuerpo, donde él/ella quiera, dándole su espacio dentro de éste. Si le dijésemos que lo arrojase lejos estaríamos haciendo lo que el cliente lleva haciendo toda su vida: intentando controlar, eliminar ese evento de manera inservible.

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  2. (1) Creo que lo mejor para empezar, es practicar el ejercicio. Luego se podrían puntualizar ciertos puntos teóricos, como escuetamente se realiza en el ejemplo.


    (2) La intervención, como Desesperanza Creativa, es buena; muestra con qué fuerza lo lógico deja de tener una funcionalidad clara y deja de ser pragmática, desde las vivencias del cliente, ya que movida por ella se encuentra en la situación que está. La apología a lo paradójico funciona.

    (3) La práctica de la Desliteralización de forma repetida hará que ese pensamiento referido vaya dejando de poseer la fuerza que tiene; Repitiéndolo más veces y en otras situaciones.

    (4) Si no ha pensado en algo y no quería pensar en ello, puede que esté evitando eso por ser desagradable. Si es así, como parece ser, lo tendríamos que traer de nuevo a el momento presente en consulta para trabajarlo. No buscamos que no esté, sino que pase a ser parte nuestra no como una carga, sino como un “bulto” más en nuestra mochila. Si ha pasado muy poco tiempo desde que se trabaja en consulta y aparece éste fenómeno de “desaparición”, quizás de la CCR1, es que no se está trabajando bien y habrá que revisar conceptos.

    (5) El objeto seguirá con nosotros. Siempre ha estado con nosotros y forma parte nuestra. Es algo que nos acompañará, pero que no nos va a impedir hacer aquello que es importante para nosotros, no nos detendrá en hacer aquello que da sentido a nuestra vida.

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  3. 1 El error en la primera intervención ha sido el explicar al cliente que es la defusión, ya que este no debe definirse, sino demostrarse a través de los ejercicios.
    2 Veo correcto en parte el uso de la desesperanza creativa, hacerle ver que lo que para él es ‘’lógico’’ no ha resultado y por lo tanto lo que queda es probar aquello que quiere evitar. No obstante es demasiado directivo, no deja que el cliente sea quien se dé cuenta de ello.
    3 La defusión no se mide por bien o mal, es algo que debe entrenarse y es el propio cliente el que debe dar cuenta finalmente de si ese pensamiento le es útil o no. No es un examen.
    4 La defusión no consiste en eliminar los pensamientos, ya que es imposible, no podemos controlarlos y generará más pensamientos. La utilidad de los ejercicios es en definitiva, que vea esto como son realmente, un pensamiento y nada más.
    5 El ejercicio de fisicalización debe acabar con el cliente llevando consigo el objeto. Si le pedimos que arroje el objeto lo hacemos de forma errónea, ya que este tiene la equivalencia con un sentimiento, pensamiento o emoción, por lo que le suscitamos a intentar eliminar todo esto, siendo de esta forma el fin contrario del ejercicio.

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  4. 1. No es necesario explicar de forma explícita qué es la defusión, ni tratar de que la persona comprenda el concepto; lo que es realmente útil es que lo experimente por sí misma y dialogar después sobre la experiencia para que extraiga un aprendizaje basado en ella.
    2. La desesperanza creativa es apropiada en este caso para hacer ver a la persona que lo que ha estado haciendo hasta ahora no le ha funcionado; sin embargo, creo que no habría que plantear explícitamente que la opción que le proponemos es “mejor”. De nuevo, lo que resultaría útil sería invitar a la persona a experimentar algo diferente a lo que ha venido haciendo hasta ahora, sin entrar en juicios.
    3. La defusión es un proceso que debe entrenarse y perfeccionarse, y no es adecuado evaluarlo en términos de “bien” o “mal”. Por otra parte, es el cliente quien debe decidir si un pensamiento le es útil o no; el hecho de que le siga dando importancia no implica necesariamente que haya defusionado “mal”.
    4. La defusión NO sirve para eliminar pensamientos ni está pensada para ello. Tiene funciones como la facilitación de la aceptación de eventos internos y la potenciación del yo observador, pero no la supresión de eventos internos.
    5. El arrojar lejos el objeto y “liberarse” de ello no supone aceptación, sino rechazo del evento interno asociado: esto tiene el efecto contrario al deseado, ya que el evento rechazado volverá.

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  5. 1. No conviene teorizar tanto sobre el ejercicio, de hecho no sé hasta qué punto está bien decir que haremos defusión. Interesaría más pasar directamente a la práctia.
    2. En este caso la literalización está bien contextualizada, ya que a su vez realiza desesperanza creativa. Esto facilita la “apertura mental” para que el cliente acceda a realizar la tarea.
    3. No creo que se deba enjuiciar si ha hecho bien o mal el ejercicio, sobretodo porque la defusión requiere de práctica y de asimilación por parte del cliente.
    4. Defusionar no es olvidar, de hecho se requiere de un evento interno presente para poder realizar el ejercicio.
    5. El ejercicio debería terminar con la aceptación de ese evento interno, es lo único que se puede hacer con él para poder seguir adelante con su vida, arrojarlo no funciona, eso es lo que ha intentado siempre.

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  6. 1. Esta forma de ejercicio sería inadecuada, ya que si se entra en explicar lo que es la defusión no estamos dejando que el cliente la experimente ni la aprenda de forma experiencial, si no que le estamos dando nuestra visión o entendimiento de lo que es la defusión, pudiendo levarlo a una mayor confusión o hacia la creencia de que lo que intentamos trabajar con él es simple palabrería, no algo a entrenar y trabajar. De esta forma, al intentar trabajarlo con él puede que su atención esté más en nuestras palabras que en su propia experiencia, haciendo así que no lleguemos a los resultados buscados.

    2. Introducir desesperanza creativa como introducción al ejercicio de defusión me parece muy adecuado, aunque pienso que debería desaparecer la parte de valoración del terapeuta hacia lo que el cliente ha hecho con anterioridad. Debe ser el propio cliente el que sea consciente de si ha servido lo que ha ido haciendo con anterioridad o no, no dárselo nosotros ya hecho y comentado, si no dejar que él experimente y valore.

    3. La defusión, como ya sabemos, no es algo que se produzca de manera inmediata, si no que necesita un entrenamiento y un trabajo para conseguirla, por lo que no debemos valorar ni decirle al cliente que lo está haciendo bien o mal, si no animarlo a que siga practicándola con aquel pensamiento que se esté trabajando… Por otro lado, para practicar la defusión no se debe hablar de defusión, ni decirle al cliente que la está realizando o no, simplemente hacer que lo experimente.

    4. Como ya se ha comentado en ejemplos anteriores, no sería adecuado valorar la actuación del cliente, menos aún a posteriori, es decir, recompensar una conducta que se ha estado llevando a cabo durante los días anteriores no tendría mucho sentido en el momento presente. En el caso de que se recompense algo debería ser una conducta que se produzca en la consulta (CCR2), no algo que el cliente nos cuente de días anteriores. Aunque por otro lado no ha de evaluarse una tarea que esté realizando, si no que este tiene que ver si le está resultando útil o no su forma de proceder.
    Además, se usa la defusión de pensamientos como una forma de hacer que estos pensamientos no frenen al cliente a la hora de actuar como quiere, no como una herramienta para hacer que desaparezcan, por lo que la recompensa por conseguir no pensar en algo me parece inadecuada, ya que no da cabida a su aceptación.

    5. El objetivo de la fisicalización no sería convertir el malestar en un objeto que poder retirar de uno mismo, si no darle forma a ese malestar para hacerlo algo palpable, algo que tú puedes manejar y hacer que, aunque permanezca a tu lado no impida que actúes como quieres. Por ello esa guía para hacer desaparecer el objeto, de nuevo, como en el ejercicio anterior, estaría impidiendo la aceptación de tal malestar, y con ello, alejando la terapia de su objetivo principal.

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  7. 1. En este primer caso el terapeuta comienza un ejercicio de defusión explicando al cliente lo que es teóricamente. En mi opinión esto no debe hacerse, ya que en primer lugar los profesionales somos quienes debemos tener los conceptos claros y saber lo que es y en que consiste cada herramienta que utilicemos en terapia, no el cliente. Este viene a nosotros para que lo ayudemos a cambiar la situación actual que lo aleja de sus valores no a que le “demos clase” sobre Psicología. Además, con esto no creo que se consiga que el cliente se centre en como se siente y en el momento actual sino que de esta manera, lo que hacemos es alejarlo de ello y que sí no comprende lo que le explicamos pueda pensar que, al no entender lo que le estamos diciendo, la terapia no le servirá. Finalmente, en la situación 1, el terapeuta dice literalmente “...sí que para deshacer ese enredo vamos a hacer lo que te diré a continuación", con ello creo que se puede inducir al cliente a “estar obligado” a conseguir lo que el terapeuta le acaba de decir y sí no lo consigue puede sentirse frustrado, etc. Asimismo, creo que en esa frase se transmite al cliente que “debe deshacerse de su enredo” (pensamientos, emociones, sensaciones), cuando en realidad la defusión trata de conseguir que el cliente se acerque a lo que siente, que lo experimente y le de forma, textura, etc...que lo experimente ya que generalmente, lo que hace con ello es evitarlo, alejarlo de su experiencia, “deshacerse de ello”. Así que , desde mi punto de vista con esta frase se le transmite al cliente una idea errónea de lo que consiste la defusión.
    2. En este segundo caso, quizá si se introduzca la defusión de una forma que puede ser adecuada, puesto que se trata de algo que es contrario a lo que generalmente, el cliente ha hecho, es decir, siempre ha evitado aquello que le hace sentir mal y la defusión es precisamente experimentar eso. La introduce empleando desesperanza creativa, lo cual puede hacer que el cliente quiera probar la defusión precisamente ya que lo que ha hecho anteriormente no le ha servido. Pero a pesar de que la idea que transmite sea correcta, opino que en este caso, quizá la forma de transmitirlo no sea adecuada. Creo que el terapeuta insiste demasiado y el hecho de que exprese que lo que se le ofrece ahora es mejor que lo que ha hecho antes, desde mi punto de vista, puede hacer que pierda cierta credibilidad además que el terapeuta estar realizando un juicio de valor previo a la experiencia del cliente. Esto puede hacer sentir mal al cliente sí, tras realizar la defusión, esta no le resulta muy efectiva.
    3. En esta situación creo que el terapeuta no es nada acertado, ya que en primer lugar creo que todas las técnicas requieren cierta práctica para ver algunos resultados, y aún así aunque ya se haya practicado con anterioridad en consulta, el terapeuta nunca debe juzgar, sino que por ejemplo en este caso sí no ha funcionado debería continuar hablando con el cliente y probar con alguna otra técnica. Además, no siempre nos encontramos con la misma motivación o grado de atención, etc... por tanto, juzgar y repetir algo que en este momento no ha funcionado puede hacer que el cliente piense que la terapia no esta funcionando e incluso experimentar sentimientos de culpabilidad o malestar al no conseguir lo que el terapeuta le propone.

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  8. 4. En este caso opino que el terapeuta es totalmente directivo, ya que aunque algo funcione debe ser el cliente quien elija las herramientas con las que prefiere trabajar, y en segundo lugar, le transmite una idea errónea sobre la defusión. Con ello no se persigue eliminar un pensamiento o emoción, sino experimentarlo y ser capaz de continuar haciendo lo que es importante para nosotros aún teniendo ese pensamiento/emoción. Desde mi punto de vista habría que ver de que manera esta empleando el clinete la técnica de defusión empleada y que función tiene.
    5. En este caso, se saca de una manera muy brusca y rápida al cliente del estado al que se le ha inducido, lo cual puede provocar mareos, etc. Para nada es la forma adecuada de salir de un ejercicio de fisicalización, ya que hay que ir poco a poco haciendo que el cliente note su respiración, vaya volviendo a entrar en contacto con los estímulos del medio que le rodea (ruidos, sensaciones, su postura sobre la silla, etc..). Además, en fisicalización no se pretende apartar o alejar de nosotros el objeto al que hemos dado forma, textura, etc ( que es nuestro malestar), sino que por el contrario lo que se trata es que el cliente lo incorpore a sí mismo, sea capaz de aceptar que esta ahí y que esa sensación unas veces será menos intensa y otras más intensa pero no va a desparecer. Así, que hacer en una fisicalización que lo arroje lejos es totalmente erróneo, puesto que es lo opuesto a lo que se persigue y además, esto puede hacer que el cliente tenga una falsa idea de que tras realizar ejercicios de fisicalización su malestar no aparecerá más y cuando aparezca no sepa manejarlo, pudiendo incluso con ello incrementar su malestar y que este tipo de ejercicios no tengan efecto sobre él.

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