Valores

Hablar de ACT o de terapias de tercera generación sin hablar de valores tiene poco sentido. 

Si en la terapia cognitivo-conductual se pone todo el esfuerzo en que la persona salga de la "enfermedad" mental y goce de "salud" mental (lo cual queda reflejado por la disminución o ausencia de sintomatología no deseada), ese criterio es muy secundario, y se podría decir que es casi sustituido por el de "vivir una vida que merezca la pena ser vivida"; es en ese punto donde entran los valores.

Un valor es aquello qué más motiva a la persona para el cambio, y también es aquello por lo que más puede llegar a "dolerse" en caso de dejarlo de lado.

Ser buen compañero, ser buen amante, crear arte, cuidar a los demás, conseguir riquezas, tener una vida sexual muy activa, acumular conocimiento, estar en buena forma física, ser buena madre... Todos estos son ejemplos de valores: símbolos o direcciones a los cuáles una persona puede dirigirse de la manera más práctica posible, y que da sentido a su vida. 

Cada valor es personal, y no es que uno sea mejor que otro: depende totalmente de la historia de aprendizaje de cada persona. Como deducirá el lector, dicha historia es única, por lo que incluso aunque dos personas parezcan compartir el valor de "ser buena madre", para cada una puede tener un significado muy diferente.

Igualmente, los valores no son morales o dejan de serlo: hay valores que pueden chocar mucho con las reglas sociales establecidas de una sociedad concreta, y otros que parecen encajar a la perfección. Eso, sencillamente, es irrelevante.

En este punto, son comunes las siguientes dudas:

- ¿Los valores son siempre los mismos?

- ¿Los valores cambian?

- ¿Qué pasa si descubro que tengo otros valores?

Cuando surjan estas dudas, debemos recordar que los valores no son ni más ni menos que representaciones verbales de aquellas acciones diarias que más consecuencias positivas han tenido durante nuestra historia de aprendizaje. De esta manera, los valores son tan invariables como lo es tu historia de aprendizaje (que a su vez se sigue escribiendo día a día). O dicho en otras palabras: da igual cual sea la respuesta a esas preguntas, siempre y cuando te lleve a estar en contacto con la experiencia.

Tal y como hemos dicho, los valores tienen que ver con las acciones diarias que hacemos, y esas acciones tienen que ver con metas y objetivos que nos ponemos a medio o largo plazo.

Para alguien cuyo valor sea ser un buen profesional, quizás encaminarse a la meta "tener un doctorado" sería algo por lo que estaría dispuesto a experimentar muchas sensaciones desagradables dado que le permite obtener el tan anhelado refuerzo positivo que implica ir siendo cada vez mejor profesional, y eso da sentido a su vida (recordemos que no todos los "buenos profesionales" deben dirigirse a la meta "tener un doctorado", eso depende del significado que para cada persona tenga ese valor).

La meta "tener un doctorado" implica a su vez realizar acciones determinadas, como "inscribirse en un programa de doctorado" o "dedicar 5 horas diarias a la investigación", que pueden formar parte de la agenda de cada persona.

Recapitulando hasta el momento: 

- Un valor es inalcanzable, es una representación verbal de aquello por lo que más consecuencias positivas has tenido en tu historia de aprendizaje. La vida de una persona tiene sentido si está en contacto con lo que valora, y puede estar dispuesta a experimentar sensaciones desagradables y eventos internos no deseados en aras de seguir avanzando hacia su valor.

- Una meta es algo que puede ser conseguido a medio-largo plazo, que lleva a la persona a conectar con sus valores. Cuanto más específica sea su delimitación, mayor será su sentido práctico y utilidad.

- Una acción es algo que puedo llevar a cabo ahora mismo, en mi día a día, en el corto plazo, y que puede estar dirigida a la consecución de una meta concreta. En nuestra planificación de la semana, por ejemplo, sería buena idea que existiera una abundancia de acciones que nos lleven a conseguir nuestras metas.

- Si una persona orienta sus acciones diarias a estar en contacto con sus valores, estará en disposición de experimentar una vida plena y con significado, y podrá atravesar el infierno que le suponga experimentar todo aquello que no quiera (ansiedad, depresión, ganas de consumir...).

INTERVENCIÓN EN CONSULTA

Muchas veces, en consulta, podremos encontrarnos con personas que tengan muy claro lo que quieren y fallen a la hora de encaminarse a ello; personas que, dado su estado de sufrimiento y síntomas varios o "enredo mental", han perdido la orientación respecto a aquello que da sentido a sus vidas; también, simplemente, podemos encontrarnos con personas que nunca se hayan planteado exactamente qué es lo que quieren de sus vidas.

De manera muy general, y teniendo en cuenta que con cada persona debemos atender a sus propias necesidades, se podría medio-afirmar que en esas ocasiones interesa hacer un trabajo para clarificar valores.

"Clarificamos" el hecho de que "clarificar" valores no tiene nada que ver con decirle a la persona lo que le importa o lo que no. Tiene que ver con conectar a la persona con aquello que no sabe si hacer o aquello que quiere hacer, en el sentido más pragmático posible (mediante la experiencia directa), y cuanto exista dicha experiencia transmitirle la responsabilidad de elegir. No es un trabajo, por tanto, de razonamiento intelectual: creemos que un buen consejo es evitar hablar demasiado con los clientes sobre si tal o cual valor es suyo o no (al igual que sucede con el concepto de aceptación, "un concepto no es una experiencia").

Como intervenciones, existen metáforas que pueden usarse, siempre adaptadas al lenguaje del cliente y estableciendo las equivalencias funcionales oportunas.

Metáfora del cumpleaños

Estás en un día cualquier de tu vida, sólo que el paso de los años ha hecho que cada escalón que subes hacia tu piso te cueste un poquito más. 

Vas subiendo por las escaleras…llegas a tu planta, sacas las llaves, abres la puerta de tu piso y…¡las personas más importantes para ti te sorprenden con una fiesta sorpresa de cumpleaños!. 

Me gustaría que imaginases a esas personas…amigos…compañeros de trabajo…familiares…personas muy cercanas a ti. 

Visualiza como todos están más envejecidos que en la actualidad, y cómo te sonríen y te saludan, dándote la mano firmemente, abrazándote y acercándose a ti. 

Eres consciente ahora de que estás en la fiesta de tu noventa cumpleaños, y de que esas personas han compartido contigo toda tu vida, un montón de experiencias, buenas y malas. Y están allí, junto a ti. 

Uno de ellos da un paso adelante, y empieza a hablar de todos los años que ha vivido a tu lado, de cómo eres, de tus fortalezas y de aquellas cosas que más te cuestan. 

Tras ello, da un paso atrás e invita a los demás asistentes a que hagan lo mismo, y van pasando uno a uno haciendo lo mismo. 

Por un momento, imagina a esas personas, emocionadas, hablando de ti…

Tómate tu tiempo…

Imagina las palabras que te gustaría que dijeran de ti…

Tómate tu tiempo… 

Poco a poco…ve volviendo al presente

Este ejercicio permite que la persona conecte con lo que es importante, y si se hace en el marco de una buena relación terapéutica y adaptado a las características de la persona, puede llegar a ser muy emocionante.

Repartiendo las horas

Una vez que la persona ha identificado aquellos valores que dan sentido a sus vidas, podemos pedirle que los coloque en una tabla en la que, al lado de cada valor, pondrá, de 0 a 24, el número de horas diarias que suele dedicarle, de manera que quede algo parecido a esto:

- Ser buena madre, 8 horas

- Estar en forma, 0'2 horas

- Ser buena compañera, 3 horas

- Tener conocimiento, 0'3 horas

Esto puede compararse con una media a lo largo de una semana o a lo largo de un mes, y la intención es dotar a la persona de una visión general sobre aquellas cosas que está dispuesta a hacer y aquellas cosas que simplemente le gustaría hacer, asumiendo costes de cada acción.

A la persona que escribe esto le encantaría disfrutar de un físico envidiable, y es consciente de que no está en absoluto dispuesto a aceptar los costes que implica dedicar las horas necesarias para alcanzar eso. Por tanto, no es que ese sea un valor, más allá de lo bien que pueda hacer sentir perderse en ensoñaciones sobre lo envidiable que sería mi físico.

En este punto, debemos ser prudentes: no se trata de decirle a la persona algo como "¿Ves?, eres una hipócrita, dices que te gusta mucho algo pero después pasas de ello"; de hecho, si nosotros mismos nos vemos en esa actitud debemos volver a nuestra historia de aprendizaje y recordar la historia de aprendizaje de la persona que tenemos delante.

Tarjetas de valores

Existe un material muy útil que puede ser facilitado al cliente, y consiste en 72 tarjetas en las que están escritas diferentes valores de múltiples áreas, de manera que puede seleccionar aquellos que más tengan que ver con su vida.

Generalmente, se suele pedir al cliente que seleccione 5, y después descarte 2, evocando siempre lo que eso representaría en sus vidas.

Una vez que las tiene, se puede trabajar comentándolas en comunión con los ejercicios anteriores, haciendo preguntas como:

- ¿Qué dice tu vida sobre estas tarjetas que tienes delante?

- ¿Qué tarjeta "te duele más"?, ¿cuál te dolería más romper?

- Actualmente, ¿estás rasgando alguna de ellas?, ¿cómo?, ¿en qué manera?

EJERCICIOS 

Como ejercicio de esta parte, se pide a los lectores que respondan a las siguientes preguntas:

1. ¿Cuál es un valor para ti?, ¿por qué?
2. ¿Qué meta te lleva a ese valor?
3. ¿Qué dos acciones puedes llevar a cabo en tu día a día para ello?
4. ¿Llevas esas acciones a cabo?